sábado, 25 de julio de 2009

El cielo

Nuevamente, en la negrura de la noche, con el brillo de las estrellas como única luz deslumbrante, me lamento de la distancia que nos separa.
Los brillantes puntos del cielo oscuro son los únicos testigos de mis lágrimas al recordarte. Las nubes grisáceas que se ven en la lejanía me informan que el infinito cielo me acompañará en el llanto, y el sonido de los truenos me dice que me acompañará en mis sollozos.
La brillantez de las estrellas se apagará con la llegada de las nubes, y la tierra recibirá las lágrimas del cielo.
Y ahí estoy yo bajo su extensa perfección, ayudándolo a mojar la tierra con mis lágrimas.
A veces me pregunto si el cielo llora porque no puede ver a la persona que ama, o tal vez llora simplemente porque le doy lastima.
No se la razón…
Sé porque lloro yo… porque no te tengo a mi lado, porque me esfuerzo en encontrar la forma de poder verte y no la encuentro. Me frustro y me desespero… el cielo no puede sufrir lo que sufro yo.
Y sin embargo sigue llorando al mismo tiempo que yo, como todas esas noches en las que lo acepto como mi compañero y derramamos lágrimas juntos, a veces parece que nos ponemos de acuerdo.
¿Que quieres decirme manto de la tierra? ¿Porque me acompañas en mi dolor?
Ya es bastante malo que uno llore como para que lo hagamos los dos.
Mis sollozos son acompañados por los truenos y los espasmos de mi cara son seguidos de los rayos.
Haces todo lo que yo hago a tu manera.
Tu ves a esa persona… a esa persona que tanto quiero ver.
¿También esta llorando?
Lloras por los dos, tu lluvia es la muestra de que sabes lo que sufrimos.
Nos ves a ambos en nuestro amor solitario y desesperado y te entristeces.
Me acompañas en mi llanto.
Y a él en el suyo.

Pero yo te veo, y él también te ve. Al menos compartimos algo.
Si tú nos ves desde un mismo punto a ambos, me hace sentir que no estoy tan lejos de esa persona, me hace sentir más acompañado y menos desesperado.
Por eso miro al cielo en mis noches de desconsuelo, porque se que tú, amor mío, lo miras al mismo tiempo que yo, buscando en el alguna señal. Y en ese momento, cuando sabemos que ambos miramos al cielo, es cuando ya no nos sentimos tan solos.

Y de repente deja de llover.